Venía el changuito vendiendo por la calle dulce de membrillo e higo con dos canastitas llenas. Iba el changuito diciendo “dulce de membrillo e higo, dulce de membrillo e higo! Hasta que pasa por un edificio donde una señora de un 4to piso lo escucha al nene y le hace seña: pibe, podés subir? El pibe, entusiasmado con que iba a ser la primera venta de la mañana sube por el ascensor, llega hasta la puerta y lo recibe la señora. La señora le dice: mirá, yo te voy a aclarar algo, primero te voy a comprar todos los dulces, pero además yo te hice subir por lo siguiente: yo soy profesora de castellano, entonces te explico: usás muy bien el conectivo de inclusión cuando precede una palabra que fonéticamente suena ‘i’ y automáticamente cambiado por ‘e’. Es “dulce de membrillo e higo”, no “dulce de membrillo i higo”. Entendiste?

Sí, amable señora. Al parecer no sólo vendí mis dulces sino que también recibí una lección de gramática. Usted encontró una forma única de enseñarme algo tan importante mientras compraba mis dulces, seguro recordaré esta lección por mucho tiempo.